Un “nuevo pacto verde” es la mejor esperanza de Canadá para lograr una transición justa hacia cero emisiones de carbono
La idea de un “nuevo pacto verde” ha ganado considerable terreno en los últimos años.
La Unión Europea y varios gobiernos nacionales del Sur Global han adoptado una versión modesta del Pacto Verde Europeo de 2019, que se ha descrito como una “nueva estrategia de crecimiento” para construir una economía competitiva y eficiente en el uso de los recursos.
En Estados Unidos se intentó en 2019 un nuevo pacto verde, pero finalmente fracasó ante la oposición republicana y desde entonces no se han logrado avances significativos.
En Canadá, la estructura conceptual y política de un nuevo pacto verde se estableció en el Manifiesto Leap de 2016, con un enfoque en la energía renovable, la distribución de la riqueza, los derechos indígenas y la creación de movimientos sociales de apoyo. Sin embargo, las ambiciones del manifiesto siguen siendo sólo eso, y Canadá actualmente no tiene ningún nuevo pacto verde en sus libros.
Esto debe cambiar si Canadá espera lograr una transición a cero emisiones netas verdaderamente justa.
Visiones en competencia
En términos generales, hay tres enfoques principales para lograr el cero neto: el reformismo radical (el nuevo pacto verde), el crecimiento verde (nuestra estrategia actual) y el llamado “decrecimiento”.
El crecimiento verde es inadecuado por varias razones clave. En primer lugar, para lograr un mundo próspero con emisiones netas cero, el crecimiento verde debe lograr una disociación absoluta entre el crecimiento y las emisiones de dióxido de carbono, algo que es poco probable en el corto y mediano plazo para todos los países, salvo un puñado de los más ricos.
En segundo lugar, no podemos simplemente convertir nuestro sistema energético de combustibles fósiles a fuentes verdes (solar, eólica, hidroeléctrica y nuclear) al nivel actual de consumo. Intentar hacerlo corre el riesgo de dañar el ecosistema, algo que debe tenerse en cuenta.
La dura realidad es que la reducción del consumo sigue siendo la única solución real. Automóviles a batería, sí, pero también automóviles más pequeños y en menor cantidad.
El crecimiento verde no está respondiendo al desafío climático y ecológico. La humanidad ya ha cruzado seis de los nueve límites planetarios seguros y ya es demasiado tarde para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, el límite inferior propuesto en el Acuerdo Climático de París de 2015. Necesitamos actuar con decisión ahora.
Algunos consideran que el decrecimiento es una alternativa. Se trata de una idea revolucionaria que pretende eliminar el PIB y centrar los objetivos económicos en la satisfacción de las necesidades humanas. Si bien las medidas recomendadas reducirían drásticamente las emisiones en el presente, el decrecimiento simplemente no es política ni económicamente viable. El decrecimiento identifica al capitalismo como el problema y exige su transformación en “poscapitalismo” o “poscrecimiento”. El problema principal es cómo llegar a ese punto.
A veces también se promociona la geoingeniería como una posible cura para nuestros males planetarios. Sin embargo, incluso si la geoingeniería funciona como está previsto (un gran “si”, ya que muchos científicos del clima la descartan como una “tontería peligrosa”), no es una cura para el calentamiento global, sino solo una medida provisional, ya que las emisiones de carbono seguirán aumentando.
Confiar en soluciones técnicas es una apuesta arriesgada. Es cierto que debemos seguir invirtiendo fuertemente en tecnologías prometedoras. Puede que se produzca un avance tecnológico, pero no podemos contar con ello.
No debemos permitir que nuestro destino dependa de un avance que quizá nunca se produzca.
Un nuevo pacto verde
Los argumentos a favor de un nuevo pacto verde radical en Canadá son convincentes y claros. Un nuevo pacto verde podría ser más eficaz para generar un cambio ecológico positivo que el crecimiento verde y probablemente sería más viable en el corto plazo que un modelo de decrecimiento.
A diferencia del crecimiento verde, que fue desarrollado por tecnócratas, y el decrecimiento, que es en gran medida un movimiento intelectual que surgió del discurso universitario, los nuevos pactos verdes suelen surgir de redes activistas y políticas. Este origen es significativo por dos razones. En primer lugar, los nuevos pactos verdes suelen ser desarrollados por personas de las que se puede esperar que tengan una idea aproximada de lo que podría ser políticamente factible dentro de su circunscripción.
En segundo lugar, el nuevo pacto verde es fácil de comprender. Si bien abordar de manera crítica el crecimiento o el decrecimiento verdes requiere una formación de posgrado, el nuevo pacto verde radical es cuestión de sentido común.
El mensaje es el siguiente: debemos hacer rápidamente una transición hacia una energía verde. Esta transición no puede ocurrir a menos que las personas, incluidas las que trabajan en las industrias de combustibles fósiles, vean un futuro mejor al final. Por lo tanto, la expansión de las protecciones sociales y los servicios públicos debe acompañar el cambio ecológico.
Un futuro mejor exige equidad, a nivel nacional, pero también en el Sur Global, que sufre injustamente algunos de los peores impactos del cambio climático. Y, quizá lo más difícil de todo, el consumo de energía y materiales en las economías más ricas debe disminuir.
Este nuevo pacto verde podría marcar el comienzo de un cambio radical de escala similar al “New Deal” original introducido por el presidente estadounidense Franklin Roosevelt en la década de 1930. El New Deal salvó a Estados Unidos de la Gran Depresión; el New Deal Verde sería el primer paso para salvarnos a todos del colapso ecológico.
Obstáculos por delante
Los obstáculos políticos y de actitud para lograr este amplio programa son importantes. La actual polarización política dentro de los países hace que la tarea sea aún más difícil. Como el negacionismo climático sigue siendo fuerte dentro de muchos movimientos conservadores, la acción climática se ha convertido lamentablemente en un tema de guerras culturales para muchos, como se vio en la reciente Convención Nacional Republicana en Milwaukee, Wisconsin.
Sin embargo, hay dos puntos que vale la pena destacar: el enfoque dominante del crecimiento verde no puede salvarnos, y la visión del decrecimiento, aunque atractiva, implica el improbable derrocamiento del capitalismo. El New Deal Verde radical-reformista es una estrategia más viable para la emergencia climática que el crecimiento verde, y más prometedor políticamente que el decrecimiento.
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Es necesario hacer algo radical, nos guste o no. Medidas políticas modestas, como un impuesto al carbono, podrían haber bastado si se hubieran adoptado en los años 1980 (cuando ya se había establecido la ciencia del cambio climático). Revertir el calentamiento global en esta etapa avanzada requiere acciones más amplias. Un nuevo pacto verde podría ser precisamente el tipo de acción radical necesaria para salvarnos a todos.
No hay salida fácil.