Sí, es difícil para los gobiernos elegir a los ganadores de la industria verde, pero es esencial que Australia lo intente
Desde los años 1990, la agenda económica de los gobiernos de gran parte del mundo ha estado dominada por el Consenso de Washington, una serie de recomendaciones de políticas centradas en la privatización de empresas estatales, la desregulación de industrias, la liberalización del comercio y la apertura de las economías a la inversión extranjera directa.
Como resultado, las políticas industriales –en las que los gobiernos moldeaban activamente la estructura de las actividades económicas en función de un propósito público– cayeron en desuso en muchas partes del mundo.
Ahora, tras décadas de estancamiento, la política industrial ha vuelto, con un giro ecológico. Estados Unidos, la Unión Europea y Australia están gastando enormes cantidades de dinero en un intento de responder al cambio climático, al tiempo que intentan hacer que las industrias nacionales sean más competitivas. También hay un claro aspecto geopolítico: las naciones occidentales están tratando de reducir su dependencia de China en nombre de la seguridad económica.
La nueva política industrial de Australia, Future Made in Australia, se está debatiendo en el Parlamento. Entre otras cosas, utilizará fondos públicos para ayudar a las industrias locales a beneficiarse de la transición energética global con bajas emisiones de carbono. El plan apoya la creación de nuevas industrias, como la del hidrógeno verde, y la expansión de las existentes, como la fabricación de componentes de paneles solares y la extracción de minerales críticos importantes para la transición ecológica.
El regreso a la política industrial no ha estado exento de cuestionamientos. La Comisión de Productividad, un organismo asesor federal independiente, sostuvo recientemente que deberíamos ser cautelosos con este enfoque para estimular la economía porque a los gobiernos les resulta difícil identificar dónde las empresas e industrias australianas pueden competir, y una inversión pública fallida podría hacer que nuestra situación sea peor.
Estímulo verde, hasta donde alcanza la vista
Australia no fue la primera en actuar. Las políticas industriales verdes están en auge en todo el mundo. El Fondo Monetario Internacional ha contabilizado más de 2.500 en todo el mundo hasta 2023, principalmente en países desarrollados.
En toda la región de Asia y el Pacífico, los gobiernos nunca han dejado de aplicar políticas industriales. En particular, el gobierno de China ha apoyado a su industria con fuerza y durante un largo período. Esta es una de las razones por las que los productores chinos son ahora tan dominantes en sectores de tecnología verde como la energía solar fotovoltaica.
Lo que es realmente novedoso es la forma en que Estados Unidos, Alemania y otros países occidentales están adoptando políticas industriales verdes. La Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos anunciada por el presidente Joe Biden en 2022 contenía alrededor de 560.000 millones de dólares australianos en estímulo verde, tras el Pacto Verde de 2020 de la Unión Europea.
Pero ¿pueden los gobiernos elegir a los ganadores?
La Comisión de Productividad teme que el gobierno tenga dificultades para utilizar subsidios e incentivos fiscales para apoyar con éxito a determinadas industrias. ¿Podemos realmente elegir a los ganadores? ¿Qué sucederá si fracasamos?
Son preguntas importantes que hay que responder, pero debemos recordar que, en cierto sentido, llevamos décadas eligiendo a los ganadores, incluso en la era de la globalización desenfrenada.
Australia se ha beneficiado de décadas de comercio internacional e inversión en productos básicos con alto contenido de carbono, como el carbón y el gas, pero la imagen de nuestra verdadera competitividad está distorsionada por la falta de un precio efectivo del carbono. ¿Habría exportado Australia 65.000 millones de dólares de carbón térmico el año pasado si las políticas globales hubieran tenido plenamente en cuenta el daño ambiental causado por la quema de carbón?
De todos modos, a medida que nuestros principales socios comerciales adopten medidas ecológicas, la demanda de estos productos con alto contenido de carbono disminuirá. La pregunta clave no es si esto ocurrirá, sino con qué velocidad.
En ausencia de un precio internacional a las emisiones de gases de efecto invernadero, las políticas verdes necesariamente serán un mosaico de subsidios y otros tipos de incentivos.
Así que la cuestión no es realmente si entrar en el juego de las políticas industriales, sino cómo hacerlo bien.
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¿Cómo son las políticas de mejores prácticas?
Elegir a los ganadores es difícil, pero eso no significa que las políticas industriales verdes vayan a fracasar.
Debemos considerar esto como un problema de información. Supongamos que queremos identificar cómo Australia podría competir mejor y contribuir a las cadenas de valor globales para productos emergentes, como el acero con bajo contenido de carbono o las turbinas eólicas marinas. Ni los gobiernos ni la industria tienen toda la información necesaria para tomar las mejores decisiones. Eso significa que la colaboración es clave.
La primera y mejor respuesta se centra en permitir que los gobiernos, las industrias y las comunidades trabajen mejor juntos para identificar nuestras fortalezas y colaborar de manera continua. También es útil realizar un análisis detallado de los procesos y capacidades industriales, como hicimos recientemente para la industria solar.
Las investigaciones también indican que es más probable que tengamos éxito en áreas relacionadas con nuestras fortalezas existentes, pero Australia está poco diversificada, lo que significa que dependemos en gran medida del éxito de unas pocas industrias, como el mineral de hierro, el carbón y el gas.
Esto sugiere que existe un beneficio real en la creación de nuevas capacidades e industrias mediante el gasto en investigación e innovación. La cantidad que gastamos en investigación y desarrollo públicos en el sector energético es baja en comparación con los estándares internacionales.
Es importante destacar que este enfoque de la política industrial se basa en que los gobiernos tengan una mayor capacidad para hacer las cosas en lugar de externalizarlas. Reinvertir en la capacidad de acción del gobierno será esencial.
Pero una política industrial verde no significa refugiarse en el proteccionismo. Durante la transición hacia una energía con bajas emisiones de carbono, seguiremos siendo muy interdependientes con nuestros socios comerciales.
En el sector del acero con bajo contenido de carbono, por ejemplo, nuestra capacidad para crear un nicho en las cadenas de suministro emergentes dependerá en gran medida de la colaboración con socios comerciales a nivel regional y mundial.
Probar, fallar, iterar, tener éxito
Desde hace muchos años, los expertos han pronosticado el retroceso de la globalización. Es poco probable que la nueva era de competencia global centrada en políticas industriales verdes se revierta pronto.
La Comisión de Productividad ha contribuido al debate señalando que diseñar e implementar buenas políticas es difícil.
Es importante ser cauteloso, pero también lo es aprovechar el momento, mientras los gobiernos y la industria se esfuerzan por sacar provecho de la transición hacia economías con bajas emisiones de carbono.