ENERGÍA RENOVABLE

A medida que aumenta la demanda de energía renovable, la extracción de minerales en la Amazonía se encuentra en un punto crítico

La minería ilegal de minerales críticos necesarios para la transición energética renovable global está impulsando cada vez más la deforestación en tierras indígenas de la Amazonia.

En los últimos años, estos mineros ilegales, que suelen ser autónomos, móviles y trabajan de forma encubierta, han ampliado sus operaciones de extracción de oro para incluir la casiterita u “oro negro”, un mineral esencial para la transición a las energías renovables. La casiterita se utiliza para fabricar revestimientos para paneles solares, turbinas eólicas y otros dispositivos electrónicos. Brasil, uno de los mayores exportadores mundiales de este mineral, se esfuerza ahora por gestionar esta nueva amenaza para sus bosques amazónicos.

La necesidad de que los países en desarrollo, como Brasil, conserven sus bosques para el bien colectivo mundial entra en conflicto con la creciente demanda de sus recursos por parte de los mercados internacionales. Para complicar aún más las cosas, tanto la transición hacia las energías renovables como la conservación de la Amazonia son prioridades urgentes en el esfuerzo mundial por detener el cambio climático.

Pero la creciente deforestación pone a estos bosques en riesgo de pasar de ser un sumidero de carbono (donde los árboles absorben más dióxido de carbono de la atmósfera del que liberan) a una fuente de carbono, donde los árboles liberan más dióxido de carbono del que absorben al degradarse o quemarse.

Las comunidades indígenas y otras comunidades que habitan en los bosques son fundamentales para la conservación de los mismos. En 2014, pasé un año viviendo en Guyana y Surinam, dos de los nueve países que comparten la cuenca del Amazonas, y estudié la eficacia de las políticas internacionales que tienen como objetivo pagar a estos países para que eviten la deforestación.

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Me reuní con miembros de comunidades que sufrían las consecuencias negativas de la minería de oro en pequeña escala, como el envenenamiento por mercurio y la pérdida de zonas de caza. Durante décadas, la minería de oro, que amenaza el suministro de alimentos y los modos de vida tradicionales de las comunidades, ha sido la principal causa de la deforestación en ambos países.

Las operaciones de minería a pequeña escala pueden dañar tanto a las comunidades como al mundo natural. La minería de oro, que genera oro para la exportación que se utiliza para joyería y productos electrónicos, suele comenzar con la eliminación de árboles y vegetación de la capa superficial del suelo, lo que se hace con equipos mecánicos como excavadoras. A continuación, los mineros extraen sedimentos, que se lavan con agua para extraer las partículas sueltas de oro.

Los mineros suelen añadir mercurio, una sustancia que se sabe que es tóxica e increíblemente dañina para la salud humana, a las bateas de lavado para unir el oro y separarlo del sedimento. Luego queman el mercurio con encendedores y equipos de soldadura. Durante este proceso, los mineros inhalan mercurio y lo arrastran hasta los cursos de agua cercanos, donde puede entrar en la cadena alimentaria y envenenar a los peces y otras especies, incluidos los humanos.

Mi nuevo libro, Bosques de refugio: descolonización de la gobernanza ambiental en el Escudo Guayanés Amazónico, destaca las historias coloniales a través de las cuales se crearon estos países. Estas historias siguen influyendo en las prácticas de uso de la tierra de las personas y los usuarios de los bosques de la zona. Habiendo visto la dinámica de primera mano, sostengo que estas historias no abordadas limitan la eficacia de las políticas internacionales destinadas a reducir la deforestación.

Algunas de las limitaciones de las políticas tienen su raíz en su falta de atención a los casi cinco siglos de colonialismo que han atravesado estos países. En estas historias, los bosques han servido como lugares de refugio y resistencia para las comunidades indígenas y afrodescendientes. Creo que las estructuras de poder creadas por estas historias deben abordarse mediante procesos de descolonización, que incluyen quitarles a los mercados su lugar central en los procesos de valoración de la naturaleza y tomar en serio las visiones del mundo de las comunidades indígenas y otras comunidades que dependen de los bosques.

Pero desde 2014, la deforestación provocada por la minería en pequeña escala en la Amazonia ha persistido e incluso ha aumentado. El aumento de la minería en todo el mundo, impulsado en parte por la transición hacia las energías renovables, indica que estas estructuras de poder podrían ser más difíciles que nunca de cambiar.

La minería de oro reduce la cobertura forestal amazónica en Guyana.
Istel, 2022

Presión añadida

Cuando en los años 70 y 80 se llevaron a cabo medidas represivas contra la minería ilegal de oro en Brasil, los mineros se trasladaron en masa a las vecinas Guyana y Surinam, llevándose consigo sus tecnologías destructivas para el medio ambiente. Los mineros ilegales de casiterita están siguiendo ahora un patrón similar, lo que demuestra que el esfuerzo mundial por reducir la deforestación no puede centrarse simplemente en un único producto como causante de la deforestación sobre el terreno.

Mi trabajo demuestra que el problema de la deforestación provocada por la minería en la Amazonia tiene sus raíces en estructuras de poder globales, fundamentadas históricamente, que posicionan la Amazonia y sus recursos como lugares disponibles para la extracción por parte de industrias y gobiernos de países más ricos. Estos grupos de personas ahora buscan reducir sus emisiones desproporcionadamente altas mediante soluciones tecnológicas y no mediante cambios de comportamiento.

Estas tensiones también tienen sus raíces en la disposición de los gobiernos y los usuarios de los bosques en países poscoloniales, como Brasil y Guyana, a responder de manera positiva e incondicional a la demanda internacional de esos recursos.

En la Amazonia, los resultados se ven afectados por el acceso de los distintos grupos de personas a medios de vida que no conduzcan a la deforestación, como los basados ​​en productos forestales no madereros. La situación también se ve afectada por el grado en que los gobiernos puedan trabajar juntos para garantizar que las medidas represivas en una parte de la Amazonia, como Brasil, no provoquen la deforestación en otras partes, como Surinam, por ejemplo.

Hasta que cambie la estructura de poder que perjudica a los indígenas y otros grupos históricamente marginados, los efectos negativos del desarrollo de tecnologías para “salvar” el planeta seguirán afectando desproporcionadamente a estos grupos, aun cuando su forma de vida actual sigue siendo fundamental para apoyar resultados de desarrollo sostenible.


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