SOSTENIBILIDAD

El Pacto Climático: ¿Innovación Democrática o Señal de Crisis en los Sistemas Parlamentarios?

Ecología – Pacto Ciudadano por el Clima cuestiona nuestro modelo democrático. Nació del escepticismo general, o peor aún, de algún tipo de condescendencia. A menudo escuchamos que la lotería no tiene legitimidad democrática y solo aparece en los libros de historia bajo el título «Antigua Grecia».

Hoy, la situación se ha ido al extremo opuesto: nadie duda de la utilidad de la propuesta propuesta, la única pregunta es saber hasta qué punto su propuesta será tomada y si será tomada, literalcomo es.

Cuando la llamada ley de «clima y resiliencia» entró en el parlamento, muchos delegados reaccionaron con fuerza, y algunos vieron la medida como otra señal del declive del parlamento y un repudio del papel de los legisladores.

Tomemos como ejemplo a los ciudadanos de la Convención

Seamos claros: la Convención nos trae algo diferente a lo que produce un gobierno o parlamento en un proceso legislativo tradicional. Definitivamente más audaz y verdaderamente diferente. Reconozcámoslo con humildad y sabiduría para convertirlo en una ventaja y no en un insulto. El mejor ejemplo es el texto refundido del artículo 1 de la Constitución. A pocos de nosotros se nos ocurriría espontáneamente el lenguaje audaz de la convención: «Francia se compromete a proteger el medio ambiente, la biodiversidad y combatir el calentamiento global». Porque la palabra garantía es vertiginosa, puede abrir la puerta a prioridades constitucionales, crear recursos complejos y dar a los jueces constitucionales un peso significativo para invalidar leyes que no respeten esta garantía. Evidencia: Nicolás Hulot, un ecologista sincero, durante la reforma constitucional hizo algunas formulaciones menos arriesgadas jurídicamente y más cómodas desde el punto de vista jurídico, como «Francia actúa» o «compromete apoyo».

En definitiva, prevalecerá la racionalidad parlamentaria. Está en marcado contraste con la audacia cívica que tenemos que admitir, que nos pone ante nuestras responsabilidades: o nos limitamos a las palabras de los abogados que quieren disuadirnos enfatizando el riesgo (como hacen los científicos cuando manejan el Covid-19). , o tomar ese riesgo y tomar una decisión política fuerte y proactiva. De eso se trata: de hacer una elección que no es ni cómoda ni legal, sino que descansa en lo que está en juego en el planeta y en nuestra responsabilidad histórica en este ámbito. Eso es lo que nos recuerdan los ciudadanos de la convención, liberados de una lectura demasiado legítima y demasiado cautelosa de la situación.

Pero la innovación democrática no se detiene ahí. Los funcionarios electos buscan cada vez más involucrar a los ciudadanos en sus acciones cotidianas, hasta el punto de trabajar con ellos para formular ciertas políticas públicas. Este es el caso de los alcaldes que se ponen en contacto con los residentes en cada proyecto de planificación urbana, así como de los representantes que se ponen en contacto con los ciudadanos de sus circunscripciones cuando escriben o votan leyes. Todo esto se basa en la misma lógica: crear un «cortocircuito» entre los ciudadanos y las decisiones públicas o las leyes aprobadas en París. La Asamblea de Ciudadanos va un paso más allá: si el texto de reforma constitucional propuesto tiene éxito, esta lógica de cortocircuito llegará a su clímax, incluso llevando la voz de los ciudadanos al más alto nivel. Normas jerárquicas, modificando las leyes del derecho.

Cuestionando nuestro modelo democrático

La Asamblea de Ciudadanos cuestiona así nuestro modelo democrático, tanto en su aporte como en su forma. Como parlamentarios, debemos tener la mente clara, verlo como una cuestión cívica activa, mantenernos sin pretensiones y avanzar colectivamente. Si la democracia representativa va bien, si nuestro modelo democrático no necesita ser cuestionado y repensado, si la brecha entre los funcionarios electos y los ciudadanos no es tan grande, entonces la Asamblea Ciudadana puede considerarse una anécdota. Pero este no es el caso.

Sería un error envolverse en nuestro orgullo parlamentario. Sería ciego no ver que estas innovaciones democráticas fortalecen en lugar de debilitar la democracia. Depende de los legisladores aceptar que cualquier cosa que resuene más con las voces de los ciudadanos es beneficiosa.

No tengamos miedo y olvidemos que nadie está limitando nuestra libertad parlamentaria, y es en nombre de esa libertad que también nosotros podemos acoger las voces de estos nuevos ciudadanos, porque ellos son: la oportunidad de nuestra democracia.

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