El impacto ambiental de la industria de la moda es en gran medida desconocido: he aquí por qué
¿Cómo la ropa que compras desgasta el mundo natural? Para hacer un balance de los daños hay que tener en cuenta los materiales, el agua y la energía que se utilizaron para fabricar una prenda, y las emisiones de gases de efecto invernadero, los contaminantes químicos y otros subproductos asociados con su eliminación.
Por ejemplo, el poliéster, un tipo de plástico muy utilizado en las camisetas, se fabrica a partir de petróleo, un combustible fósil. Si lo tira, se degrada lentamente y los químicos de sus tintes y tratamientos superficiales se filtran al suelo.
El Reino Unido compra constantemente más prendas que cualquier otro país europeo y gasta más de 45 mil millones de libras esterlinas (56 mil millones de dólares estadounidenses) al año. La moda rápida, una tendencia de la industria que implica llevar reproducciones baratas de diseños de pasarelas al mercado masivo lo más rápido posible, fomenta este frenesí de compras.
Se sabe que gran parte de la moda rápida depende de la mano de obra explotada y de fábricas contaminantes. Pero junto con la demanda de moda cada vez más rápida a precios bajos, existe una creciente conciencia entre los consumidores de que algo tiene que cambiar.
Algunas empresas se han dado cuenta: muchas marcas ahora informan su huella ambiental y han revelado su intención de reducirla.
Pero, ¿qué tan confiables son estas evaluaciones? Mi investigación descubre cómo la industria de la moda recopila, analiza y evalúa datos sobre el impacto ambiental. Desafortunadamente, como resultado de métodos inexactos y poco confiables, entre otras cosas, el verdadero costo de la moda rápida sigue siendo en gran medida desconocido.
Marco China/Shutterstock
El precio oculto
Una multitud de métricas, esquemas de certificación y etiquetas marcan las consecuencias ambientales de confeccionar y vender ropa. Las marcas han sido acusadas de greenwashing por la mala calidad de la información utilizada en algunas de ellas.
Una herramienta común de etiquetado de productos dentro de la industria fue el Índice de Sostenibilidad de Materiales Higg. Introducido en 2011, el Índice Higg era un sistema de calificación utilizado por varias grandes marcas y minoristas para determinar e informar el impacto del calentamiento global y el consumo de agua de diferentes productos, entre otras medidas ambientales.
El enfoque adoptado por el índice fue cuestionado por la Autoridad del Consumidor de Noruega por limitar su evaluación sólo a determinadas fases del ciclo de vida de un producto, como el abastecimiento de materiales. Se le criticó por pasar por alto contaminantes como las microfibras, que se liberan de los textiles durante la fabricación, el uso y el lavado. Como resultado, el índice fue suspendido en junio de 2022.
Desde entonces, han salido a la luz más problemas. Éstas incluyen:
- Datos poco fiables: las medidas a menudo se basan en los informes de las propias marcas sin que su información sea verificada por un tercero imparcial.
- Intereses creados: muchas herramientas e índices están financiados, o parcialmente, por organizaciones que podrían beneficiarse de informes más positivos.
- Visión de túnel: los métodos existentes tienden a centrarse en un solo impacto ambiental, como el uso del agua o las emisiones de carbono, mientras que se pasa por alto la relación entre estos factores.
- Muros de pago: muchas herramientas requieren que las marcas paguen por ellos. Esto puede excluir efectivamente a las empresas más pequeñas y limitar la cobertura de la herramienta.
- Falta de estándares: no existe una base oficial para determinar los umbrales aceptables de huella ambiental de cualquier producto.
Sin evaluaciones confiables y precisas del impacto ambiental de un producto, los consumidores se quedan en la oscuridad. Por ejemplo, un error común es pensar que el algodón, al ser una fibra natural, es mejor para el medio ambiente que los materiales sintéticos como el acrílico y el elastano.
Pero el algodón requiere grandes cantidades de agua para crecer, cosecharse y procesarse. Una camiseta de algodón estándar, por ejemplo, requiere 2.500 litros, mientras que un par de vaqueros consume 7.600 litros.
Una fibra no es necesariamente mejor que la otra. Más bien, cada material y proceso de fabricación afecta al mundo natural de una forma u otra. Con estos conceptos erróneos tan extendidos, es difícil para los consumidores hacer comparaciones sólidas. Por eso se necesitan desesperadamente medidas precisas.
Antenas StockStudio/Shutterstock
El verdadero coste de la moda.
La complejidad de la cadena de suministro global de la moda, que se extiende por miles de kilómetros desde los campos hasta las tiendas, hace que las mediciones precisas sean excepcionalmente difíciles. Captar una imagen precisa de la huella ambiental de la industria dependerá de un cierto nivel de transparencia en toda la industria. También requerirá que múltiples sectores –incluidos la producción, la manufactura y el comercio minorista– trabajen colectivamente hacia un objetivo común.
Una definición aceptable de “sostenible”, basada en estándares y líneas de base, podría permitir a los consumidores tomar decisiones más informadas sobre sus compras. Ahora que la Generación Z es etiquetada como la generación sustentable, es hora de que la moda se reforme.
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