Calentamiento Global

8 formas en que detener la sobrepesca promoverá la biodiversidad y ayudará a abordar el cambio climático

En medio de las crecientes amenazas de un mundo en calentamiento, y con la última conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el clima (COP28) ya a nuestras espaldas, hay un mensaje fundamental que a menudo se deja fuera del discurso sobre el cambio climático: poner fin a la sobrepesca es en sí mismo una acción climática eficaz.

Este argumento es la conclusión lógica de una plétora de estudios que afirman inequívocamente que detener la sobrepesca no es sólo una necesidad, sino que es una situación beneficiosa para la vitalidad de los océanos, la solidez del clima y los medios de vida que dependen de la pesca sostenible.

La intrincada relación entre el cambio climático y los ecosistemas oceánicos fue el tema de una reciente investigación colaborativa, dirigida por investigadores de la Universidad de Columbia Británica, que destacó los vínculos cruciales entre la sobrepesca y el cambio climático.

Encontrar las conexiones

Nuestro equipo colaborativo de investigadores internacionales aplicó una serie de metodologías que abarcaron desde revisiones bibliográficas hasta análisis cuantitativos y de calidad. Los hallazgos de esta investigación arrojan luz sobre ocho impactos multifacéticos clave.

1 — Poner fin a la sobrepesca no es solo un imperativo ecológico, sino una acción climática vital. Hacerlo reforzaría la resiliencia de la vida marina frente a los cambios climáticos y reduciría las emisiones de carbono asociadas.

2 — Las grandes flotas de barcos pesqueros subvencionados pueden ser una carga para las pesquerías de pequeña escala, dejándolas desproporcionadamente vulnerables a las crisis. A su vez, la sobrepesca no solo agota los recursos, sino que también aumenta las emisiones de carbono, intensificando los impactos climáticos en estas pesquerías y sus comunidades, en particular las mujeres.

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Además, la vulnerabilidad de la pesca de mariscos a los factores de estrés climático subraya aún más la importancia de contar con estrategias de adaptación adaptadas a las condiciones locales.

Filas de barcos están aparcados uno al lado del otro.
La sobrepesca es una crisis ecológica y de emisiones.
(Shutterstock

3. Los casos de éxito, como la recuperación de las poblaciones de merluza europea, revelan una relación directa entre la recuperación de las poblaciones y la reducción de la intensidad de las emisiones de la pesca. Debemos defender estos éxitos y aprender de ellos.

4 — La gestión pesquera basada en los ecosistemas invierte el “orden de prioridades de modo que la gestión comience con consideraciones del ecosistema en lugar de la explotación máxima de varias especies objetivo”.

La gestión pesquera basada en los ecosistemas tiene un potencial considerable para mejorar las capturas sostenibles y fomentar al mismo tiempo la captura de carbono. Tal vez el mejor ejemplo de ello sea la aplicación satisfactoria de la gestión pesquera basada en los ecosistemas en el mar Báltico occidental.

5. La contaminación de los océanos por metales pesados ​​(como el mercurio o los desechos de plomo) intensifica los efectos negativos del calentamiento y la sobrepesca. Esta contaminación refuerza la necesidad de desarrollar regulaciones multifacéticas basadas en soluciones para la sostenibilidad de los ecosistemas y los océanos.



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6 — La sobrepesca agrava las amenazas al clima y a la biodiversidad. El cambio climático contribuye a que las estaciones sean menos definidas y predecibles y está provocando problemas reproductivos y la propagación de enfermedades en las poblaciones de peces, entre otros problemas.

Además de estos problemas, la sobrepesca en sí misma está alterando la dinámica ecológica, modificando los hábitats y abriendo nuevas vías para las especies invasoras. Estas crisis agravantes exacerban aún más los impactos de la sobrepesca en los ecosistemas marinos y, al mismo tiempo, hacen que las poblaciones de peces sean más vulnerables al cambio climático.

Todos estos factores se combinan para reducir el potencial de captura en un ecosistema determinado. A su vez, los pescadores se ven obligados a adentrarse más y más profundamente en el océano para pescar, lo que aumenta las emisiones de carbono, los factores de riesgo personales para los pescadores y los problemas de captura incidental.

Se ve un tiburón muerto enredado en una red de pesca.
La reducción de las capturas de peces puede llevar a los pescadores a navegar más lejos y a mayor profundidad en el mar para buscar peces, con una serie de consecuencias asociadas.
(Shutterstock)

7. La gestión internacional de la pesca debe desempeñar un papel central en la promoción de la biodiversidad y la conservación del potencial de secuestro de carbono del océano. Si bien 87 países han firmado el Tratado de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica de las Zonas Fuera de la Jurisdicción Nacional (también conocido como Tratado de Alta Mar), sólo uno lo ha ratificado. Este tratado debe ser ratificado en su totalidad y su aplicación efectiva debe depender de la creación de zonas marinas protegidas que cubran al menos el 30 por ciento de la alta mar.

8. El océano tiene un enorme potencial de secuestro de carbono. Pasar de la gestión generalmente aceptada del rendimiento máximo sostenible a la maximización del secuestro de carbono en la gestión pesquera podría impulsar aún más los objetivos climáticos.

Las futuras regulaciones deberían destinar un porcentaje de la cuota anual de pesca a mantener la función de secuestro de carbono de los animales marinos. En pocas palabras, más allá de ser simplemente alimento, las poblaciones de peces cumplen funciones vitales de secuestro de carbono y biodiversidad que benefician directamente a la humanidad. Las futuras regulaciones deberían reflejar esta realidad.

Un objetivo simple

Esta investigación conjunta y colaborativa pone de relieve la urgencia de esta cuestión. Poner fin a la sobrepesca no es sólo un imperativo ecológico, sino un eje fundamental de la acción climática. Además, las pesquerías no son meras víctimas de esta dinámica, sino que tienen una capacidad real para desempeñar un papel fundamental en la exacerbación o mitigación del cambio climático.



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Un marco de gobernanza ideal se centraría en la gestión de los ecosistemas teniendo en cuenta sus diversos beneficios, basándose en la mejor evidencia disponible. La regulación de la pesca, si bien es controvertida, es esencial para no explotar excesivamente un recurso público tan valioso.

A medida que nos acercamos a la próxima COP, sería bueno que recordáramos estas conclusiones. Si no cuidamos la vida marina, abordar el cambio climático se convierte en una batalla cuesta arriba. La gestión sostenible de la pesca no es sólo una necesidad ecológica, sino también la piedra angular de un futuro resiliente y sostenible.

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